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UNA CIERTA MIRADA SOBRE EL TEATRO COMERCIAL

REPORTAJE A GUSTAVO SCHRAIER
Por Leni González
Revista Funámbulos

-En principio, a grosso modo, ¿podemos definir al teatro comercial como aquel que no puede entenderse sin un público que compense los gastos de producción?
Podría pensarse así, por supuesto. Pero prefiero ir un poco más allá y proponer que pensemos al teatro comercial (al que prefiero llamar teatro empresarial, como aquel regido por empresarios o empresas de espectáculos) como aquel que persigue un claro fin de lucro o la búsqueda de un rédito económico, es decir el espectáculo visto como un negocio. Por lo tanto la expectativa del negocio estará puesta siempre en la taquilla -cantidad de tickets o entradas vendidas al público- en relación a los gastos que le haya ocasionado la producción, por un lado y la explotación, por el otro. Señalo esto último porque muchas veces se cree que los únicos gastos a recuperar son los de la  producción y no se tienen en cuenta los que se originan durante la explotación (la fase en donde se lleva adelante la temporada de funciones) que, a veces, pueden ser más onerosos que los de producción misma y que además tienen un tipo de amortización más inmediato. Ahora, si nos basamos en este simple razonamiento podríamos comprender que el público -o la cantidad de entradas vendidas a ese público- será el factor determinante para que un espectáculo de este circuito teatral permanezca o no en cartel el tiempo suficiente como para amortizar sus gastos y en lo posible, obtener ganancias claro está. Por eso es muy común que un empresario, al ver una proyección de las ventas muy baja o muy fluctuante en relación a sus expectativas económicas, decida bajar el espectáculo antes de tiempo para no tener mayores pérdidas.

-Y, si esto es así, ¿es lo que obliga a pensar en cómo atraer a ese público? ¿Hay reglas a seguir, en el sentido del marketing y en el de la experiencia probada?
Obviamente, el teatro empresarial no puede dejar de pensar en el público y en cómo hacer para atraerlo para que el negocio funcione bien. Aún así no creo que haya reglas estrictas ni estrategias unívocas en el teatro empresarial en cuanto a la captación de público. Hay empresarios que desarrollan conceptos y estrategias ligadas al marketing de las artes escénicas con segmentaciones de mercado, políticas de precios discriminadas, promociones, etc., como el Complejo La Plaza, por poner un caso y hay  otros que se dejan llevar por algo digamos más intuitivo, más desde lo que les dicta su experiencia u olfato. Los primeros piensan a sus públicos tanto cualitativa como cuantitativamente. Los segundos lo hacen solo en términos numéricos. Son diferentes estilos, diferentes maneras de enfocar el negocio.

-¿Qué lugar ocupa, como estrategia atractiva, tener en el elenco figuras de la tele? ¿Hablar el "éxito en Broadway"? ¿El boca a boca? ¿La prensa y la crítica? ¿El nivel del espectáculo? ¿La gran producción?
Pienso que todo suma. En ese sentido, no creo que haya una única estrategia -o una predominante- de entre las mencionadas para que un espectáculo funcione bien en la taquilla. Suele ser más bien una conjunción de factores y estrategias las que pueden coadyuvar para que ello suceda. De todas formas y esto es una opinión muy personal, hay que comprender que se utilice la estrategia que se utilice nada ni nadie puede garantizar el éxito de un espectáculo de antemano. Un espectáculo gusta o no gusta al público, los números cierran o no cierran, no existen las medias tintas en esto. O las medias tintas o una recepción tibia por parte de los espectadores, no ayudan tampoco. Hay mucho de riesgo o de albur en el negocio del teatro empresarial. No recuerdo quien me comentó una vez que producir espectáculos era casi tanto como apostar en la ruleta o invertir en la Bolsa. Ahora bien, de todas las estrategias mencionadas en esta pregunta, la única que ningún empresario puede predeterminar por anticipado ni inducir de ningún modo es la que respecta a la reacción del público ante el hecho escénico, a la receptividad de un espectáculo. Es decir, lo que vulgarmente se le llama “boca a boca” y que en realidad sería más preciso mencionar como “boca a oreja”. O como lo propuso la especialista mexicana Silvia Peláez en el 2° Foro sobre la producción escénica que yo coordiné: “boca a oreja a boca”. Es decir la recomendación que un espectador hace a otro y este a su vez a otros dos y estos dos a otros cuatro y así. Por ello es tan deseado el “boca a oreja” en el mundo de las artes escénicas. Y más porque no genera ningún costo para el productor. Es la mejor publicidad y encima, gratuita. Aunque claro que puede ser también un arma de doble filo. Porque cuando se habla del “boca a oreja” solo se lo asocia con la repercusión positiva que puede tener un espectáculo pero también existe lo contrario, es decir el boca a oreja negativo que puede influir perjudicialmente en las ventas: “Che, no vayas a ver tal espectáculo porque es un horror”.  

-¿Qué cosas te parece que podría tomar el teatro independiente para lograr más repercusión?
No sabría bien como responder a esta pregunta porque, en primer lugar, me parece que son dos modelos de producción diametralmente opuestos, con naturalezas, características y objetivos muy diferentes y que se desenvuelven en circuitos y entornos muy distintos, como para que el teatro independiente abreve en las estrategias del teatro empresarial. En segundo, porque me resultaría imposible hablar de repercusión del teatro independiente o alternativo en general como si todo lo que se produjese en ese sector tuviese la misma calidad o mereciese la misma repercusión. Aún así y si debiese proponer algo y a riesgo de sonar repetitivo, diría que lo que le hace falta a buena parte del teatro independiente es tener un espíritu crítico y una mayor reflexión sobre lo que se produce, cómo se lo produce y sobre todo, para quién se lo produce.   

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